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lunes, 22 de julio de 2013

Fa yeung nin wa (In the mood for love)

Deseando amar (2000) Wong Kar-wai - Hong Kong

“Reinaba la intranquilidad. Ella, tímida, inclinaba la cabeza para que él se acercase. Pero a él le faltaba el valor. Ella dio media vuelta y se alejó.”

Hay películas con comienzos que valen el precio de toda la entrada. Me vienen a la memoria, sin pensar, "Los duelistas" de Ridley Scott y la intro de "Trainspotting".

Peliculón. Cine en su máxima expresión.

Por si fuera poco tenemos para elegir, además de cine espléndido tenemos a disposición guion, fotografía, música, vestuario, actuaciones, ¿quién da más?, una bacanal en toda regla.

La dirección es brillante, inimitable, genial.

El tempo es insufriblemente rítmico, quieres que suceda y sucederá, sí, sucederá… lo… lo que deba suceder.

No hay nada previsible, sólo una atmósfera que te atrapará en un sentimiento melancólico.

Uno cree darse cuenta de lo poco que hace falta para ser feliz, y de lo mucho que cuesta.

Magistral.

Tony Leung Chiu Wai y Maggie Cheung imparten lección si eres actor, destilan sentir si eres espectador.

La acción transcurre en los sesenta, inicia en Hong Kong, punto de partida y desarrollo principal, hay fugaces menciones a Singapur,… da igual donde ocurra, lo importante es que nos ocurre.

Viven en habitaciones realquiladas. Las habitaciones son su mundo privado, las estás viendo y no sientes opresión, no sientes claustrofobia, porque ellos no te la hacen sentir, nunca les falta espacio; raras veces el espacio tiene tan poco protagonismo siendo tan protagonista, me rindo a lo evidente, al espectáculo de un genio.

Veremos cómo predomina el color, la  diversidad de colores, cálidos y fuertes y no te sientes agobiado. Lo único que traslada es amor contenido, limpieza, amplitud, higiene, elegancia,  una elegancia cautivadora, una elegancia, no de domingos de misa, no de visitas a casas de conocidos, no de exhibición, sino de vida, de una exquisitez envidiable, de una exquisitez que envidio.


Relata la historia de dos matrimonios sin hijos, en los principios de su relación, en los principios de su lucha por abrir camino, de personas capaces y capacitadas; de cónyuges que necesitan más que otros, de cónyuges que soportan más que otros, de cónyuges que aceptan con  relativa, calmada e incómoda abnegación, de cónyuges que lo viven diferente, de cónyuges que anteponen su yo al tú.

¿Será la educación familiar?..., para nada. Es su sensibilidad, es su manera de aceptar el presente y de condicionar el destino, es su forma de aceptar la vida, sacrificar lo que uno desea por lo que cree que uno debe; fieles a un compromiso, absurda,  triste y respetuosamente fieles, ¿fieles a qué?, fieles al qué dirán, fieles a sus carencias. Es insufrible, les ves con un talento inusitado para sentir, para la sensibilidad, para vivir en plenitud, y la disciplina y su esfuerzo queda dedicado a minorarlo, a borrar cualquier rastro, a negar y negarse lo merecido, lo deseable, lo más humano para aquellos que somos más mortales, menos excelsos… pero más valientes.

El director hace pasión de su profesión, nos ofrece planos maravillosos, inverosímiles, que devoramos con gula, con el deseo de lo insaciable, con extremismo.


Podremos ver como la luz, el vestuario y lo que un genio quiere mostrar fruto de su talento es capaz de hacer dónde no crees poder hacer. Las tomas en espacios en los que no hay espacio ofrecen vida; la lluvia sobre el suelo es limpia, es un llanto limpio; la sexualidad sólo existe como unión del verbo amar, del deseo de amar, deseando amar, me gusta mucho la traducción del título al español, muy acertada, al nivel que merece la película.

La música también está al nivel. Wong Kar-wai es tan poco ególatra que deja brillar todos los instrumentos manteniéndose en un segundo plano, escondiéndose, deseando esconderse, humildad y genialidad, más envidia siento todavía, ¡qué lección, dios de mi vida!


En resumen, cine brutal, cine que obliga a sentir afición, cine que cautiva, cine que engaña porque tardaremos en sentirlo de nuevo, cine que lamentas haber visto, cine del que sentirás envidia de quienes no la hayan visto al recordar qué sentiste al verla por primera vez.

Impresionante... ¡Ah! y la envidia no es mala, sólo es malo lo que no es bueno. Saludos.

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