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miércoles, 17 de julio de 2013

Breakfast on Pluto

Desayuno en Plutón (2005) Neil Jordan - Irlanda



El título es toda una declaración. El cine abarca un espectro tan amplio que antes uno debe saber qué va a ver. ¿Qué me ha parecido? Una arriesgada obra. ¿La volvería a ver? Ya lo he hecho, no pude resistir la tentación de verla sin doblar. Un buen papel para un buen actor, Cillian Murphy -Inception, In time, Perrier’s bounty, Retreat,…-

Saber de antemano que no será una historia contada de forma convencional es necesario para que podamos elegir el cuándo; sino, es posible que la decepción condicione nuestra opinión. Hay veces en las que uno desea un gran plato de pasta, y en otras un pescado a la sal; ¿verdad que somos los que elegimos?, ¡elijamos y disfrutemos!, que muchas, muchas veces el cine da mucho a cambio de muy poco. Algo tan evidente me ha llevado mi tiempo, lento que es uno.

Decir que “Desayuno en Plutón” es arte por infrecuente sería una necedad. Ensalzar una obra por su complejidad, otra de mayor tamaño.

Es un ejercicio audiovisual que consigue enlazar episodios de una vida, pocos años, que parten de una infancia terminal hasta unos treinta y tantos. En este periodo asistiremos en primera fila a un vaivén de situaciones que ya “Forrest Gump” nos mostró de forma más comercial.

La complejidad de “Desayuno en Plutón” es que no tiene dónde agarrar fruto del conocimiento popular, y además, cuando agarra, lo hace en situaciones próximas a las que nos regaló una y otra vez D. Pedro Almodóvar. No hay instante en que la sonrisa pueda ser eterna, no hay instante en que la tristeza embargue nuestro estado de ánimo. No hay una enseñanza de superación. No hay un modelo que seguir. Sólo muestra lo que hay, amistad, bondad, comprensión, personalidad, inteligencia, aceptación que no conformismo, y una mesurada dosis de valentía, una valentía racional.

Desde que se abre el telón hasta su caída asistiremos a un desfile de niños, terroristas, fronteras, conflictos políticos, disfunción mental, amistad, bondad, curas –los de iglesia-, adopciones, secretos adivinados, abandonos, viajes, prestidigitadores, sexualidad, policías, amor, interrogatorios, atentados, ejecuciones, baile, prostitución, travestismo, bebida, y clímax final consecuencia de una búsqueda vital que puede y arrasa con todo y con todos. La banda sonora que la acompaña es  lo que el vino a la comida, zapatito de cristal para Cenicienta.

Si alguien les dice que es una película gay, de culto transexual,… miente. Es una película que habla de una vida, en la que ser gay o travesti cobra la misma relevancia que ser enano u obeso, es un vehículo de denuncia. La sexualidad no es epicentro de nada, o al menos de nada que no lo sea también lo heterosexual, por lo que no estoy dispuesto a etiquetarla de esta forma; la obra trata sobre evolución, en un fragmento Neil Jordan lo dice alto y claro: ¿Por qué os llamáis los Caballeros de la Frontera?, porque la única frontera que importa es la que está entre lo que tienes delante y lo que dejas atrás

Relata el devenir de la vida de una persona dispuesta a aceptarse a sí misma y a luchar por una meta fija e inamovible, sin prisa y sin pausa, con desespero y perseverancia, sin desfallecer en el intento. Una persona amiga de sus amigos, con su círculo de amistades, sin nada particular que no forme parte de lo que nos rodea.

Patrick, Lawrence, Charlie e Irwin transmiten el mensaje, la denuncia, de forma amable, sin hacer uso de la emotividad, sin imponer nada al espectador, de manera abierta.

Los dos pasajes surrealistas forman parte de la creatividad y representan al pensamiento, libre, sin ataduras, ilusorio y bondadoso. El protagonista cuestiona lo cuestionable sin que en momento alguno imponga su razón, sin vehemencia, de forma abierta, parece que dejando que cada cual haga su camino y se tome el tiempo que necesite; él hace el suyo sin imponer nada a nadie, sin pedir responsabilidad de terceros para justificarse. Esta forma de actuar también tiene sus consecuencias, el devenir de Lawrence, de Irwin,… de la vida.

Neil Jordan se parodia a sí mismo, las conexiones con “The crying game” son múltiples: transexualidad, IRA, Irlanda, amistad, aceptación, evolución, denuncia... Empieza y termina la obra de la misma forma, por el final, y con la misma canción con la que empezó. ¿Casualidad?, seguro, seguro que no.

Cine muy recomendable, educativo, de aquellas que guardas para proponerla a tus hijos una sobremesa de esas en las que hablamos de vida, de respeto, de ética.

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